| 2018-03-08 |
Dios abre en Eclesiástico 25, 13-26, Las mujeres, continuó en 26.
Así os he pedido que sean desde hace tiempo, ya que los ojos de muchos caerán sobre vosotros antes este mundo carente de la gracia real de mis hijas, pues todo lo que hoy profesan son ideas sembradas por el vil para derrotar mi heredad mas fuerte: mis familias. Hijas confundidas y agobiadas, divididas en dos que compiten contra otras, contra ellas mismas y los hombres ¿Cómo podrá la mujer amar a otro se que no sea ella misma si desde pequeñas les extirpan toda su identidad y las despojan de todo aquello que atesoro en ellas. Les arrebatan la dulzura para volverlas "fuertes y varoniles", les arrebatan su obediencia para hacerlas rebeldes y desafiantes. Les arrebatan su inocencia, para volverlas sensuales y lujuriosas y así hacerlas creer "dueñas de sus cuerpos". ¡Mentiras! Os han inundado la mente con mentiras, pues serán tan sueñas de su cuerpo que ¿pueden esconderse de enfermedad y correrle a la muerte?
¿Será su mayor fortaleza la sensualidad? ¿La misma que destruye hogares, envicia, provoca trastornos en los hombres y les hace tan solo objetos carnales tirando por los pies lo demás al enceguecer con solo lo corpóreo?
¿Estará su fortaleza en la rebeldía y desobediencia que borra por completo la suavidad de palabras que os he regalado para moldear cualquier corazón y hacer entrar en razón a sus padres, hermanos, esposos e hijos? Rebeldía que lleva impresa el sello del vil de venganza y mal proceder. Será allí que el Dios omnipotente y omnisapiente depósito en su creación perfecta que es la mujer, el secreto para su felicidad y un linaje bendito y lleno de virtud. ¿La misma rebeldía que incita a que unas se vayan contra otras, incluso destruyen familias y le quiten la vida a los seres indefensos que les he encomendado para nutrir y proteger?
¿Será pues esta la fortaleza de mis hijas?
Quiero hija mía que digas a todas, que quede claro que el Alto aborrece estos frutos y todo cuanto cae putrefacto del árbol sembrado en maldad para el caer de los míos. Todo cuanto se parezca a esto será acrisolado y arderá en el fuego.
Entonces cuando quieran separar el trigo de la hierba será evidente que mis hijas no imitan en nada este actuar y en cambio sí, acatan la verdad, la palabra del Altísimo y se forman en virtud y se acogen a mis designios.
Sencillas, dulces, entregadas, obedientes, suaves, en su lugar, humildes, orantes, disciplinarias con sus hijos y sensatas y respaldo de sus esposos. Respetuosas con su Padres y honradas en todo cuanto actúan. Justas y buenas, organizadas y previsivas. Pero ante todo, orantes, de velo, de rodillas suplicantes por las almas, por sus familias, por mis críos que mueren indefensos bajo las manos de todos aquellos que apoyan una liberación que en realidad esclaviza a las mías al pecado y una muerte eterna.
Pero aquellas que con humildad cambien sus pasos y arrepentidas vuelvan al Alto, cogeré sus corazones entre mis manos y les quitaré lo manchado, les volveré a moldear un corazón nuevo semejante al de mi Madre para que Pidiendo su auxilio, puedan llegar a recibir las gracias perfectas de su fe, su paciencia, su humildad, su paz, su consuelo, toda virtud que le pidan.
Os pido orad por estas causas meditando los dolores de mi Madre y así apaciguarán su dolor al ver a la mujer confundida y desubicada.
Os digo mis hijas, todo cuanto causa confusión, rareza, rebeldía, odios, división es todo lo que viene de aquel que es el Rey de la mentira. No se dejen confundir, no caigan en lo que más le duele a mi corazón, en ser quienes confunden a aquellos en busca de Verdad. Dios abre en Epístola a Tito 2, 1-15 |
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